La Tapia del Cementerio del Este, es decir, uno de los fragmentos que sobrevive al paso del tiempo y a las ampliaciones de la necrópolis junto a la Puerta de O’Donnell, es lugar de Memoria. Y no lo es tanto porque se encuentre en el mismo entorno donde el régimen franquista ejecutó a casi 3.000 personas durante seis años después de acabada la contienda, sino porque familiares y amigos, compañeros y camaradas, lo tomaron hace ya mucho tiempo como referente y espacio de recuerdo.
Hoy, junto a la Tapia, persiste vallado el pretendido Memorial convertido -por su reconversión forzada e incomprensible aislamiento- en un monumento vivo a la intolerancia y a sus consecuencias.
Hace más de tres lustros que el colectivo de familiares Memoria y Libertad organiza allí un homenaje anual a las víctimas donde cabe, sobre todo, reparación. Pero este año, por la pandemia, tuvo que ser cancelado y tan solo quedaba la posibilidad de ejercer individualmente el recuerdo y sumarlo, espaciado así en el tiempo y en el espacio, al de todas las víctimas. Allí están ya sus retratos con los primeros claveles, los de sus familiares, para tal fin. Nos esperan, nos esperamos. Esta semana, de muertos y de santos, también será posible dejar flores frescas a los fusilados.